jueves, 5 de abril de 2012

AUTOBIOGRAFÍA

Alegría contagiosa



Se complicó lo de escribir una autobiografía cuando fui a ver al monje tibetano, me recitó cuatro reencarnaciones y ya no sabía de qué vida hablar. Porque la verdad es que era muy interesante lo de ser monja misionera alrededor del mundo, o un sheik egipcio con varias esposas. Pero si lo pienso bien, creo que de las diecisiete millones novecientas cuarenta y cuatro mil reencarnaciones, la que más me ha gustado es esta, en la que me alumbraron con alegría.

Contaba mi madre que le tocó de vecina en la clínica, durante el trabajo de parto, una sevillana que no paraba de contar chistes y de hacer chascarrillos. Lo más curioso es que pasaron los años y seguía riéndose cuando lo decía. Ese era el agraciado relato de mi nacimiento, eso te marca, y si le sumas que nací con una protección extraordinaria que se conoce como: “el manto de la gracia”, eso ya, te estigmatiza.
Reconozco que es una provocación, qué sé yo, una especie de enfermedad. En estos tiempos de gratuidad, la mayoría se toman lo del sufrir muy en serio. Entonces se ahogan en un vaso de agua y llevan la vida como si de una pesada carga se tratara, y no, no es mi caso, ¡qué les voy a decir! Estoy encantada del tiempo que me toca vivir. Me gustan la tecnología, los cambios sociales, ver todo lo que el ser humano ha hecho y lo que nos falta por realizar. Me gustan mucho las personas que elijo para que estén a mi lado, me gusta escuchar a los que no escogí y entrenarme en la tolerancia. Aunque a veces parezco despistada, lo cierto es que no lo soy. Lo que ocurre es que la vida me lleva en alzas, por eso no tengo sentido de la orientación, porque me dejo llevar.
No ha sido insoportable ni leve este pasaje. Por ejemplo, me tocó bregar con muchos hermanos y huyendo de sus bromas me refugié en la biblioteca. No importaba si había que lavarse las manos antes de entrar en esa habitación sacrosanta, ¡era tanta la ganancia! Allí encontré respuestas, aventuras, belleza, fantasías y supe que estaba todo compilado en esas finas láminas y que era infinita la tarea de aprender.
Los problemas fueron desafíos, una oportunidad más para girar lo que tenía delante y verlo desde otra perspectiva: si a pesar de todo seguía ahí era porque tenía que estar. Pero en ocasiones me faltó constancia. Tuve excelentes maestros y a ratos fui autodidacta.
Fueron muchos los traslados pero adhiero a lo de darnos una vuelta por nuestra cárcel antes de irnos. Eso me enseñó cuan efímeros son los objetos materiales y que mi bien mas preciado lo llevo siempre conmigo para disfrutar, para compartir. Entretanto, labré unas máximas de respeto hacia aquellos que nos acogen en su terreno, porque aún no somos globales, y demasiadas líneas y muros nos separan.
Aprendí muchos oficios, pero sobre todo supe inyectarles creatividad y descubrí en ocasiones el arte. Huyo de loas y laureles porque si disfruté, ese es mi premio.
Pretendo que el cuidado hacia el otro sea mi seña de identidad; aun así ciertas veces se me escapa y termino, sin querer, hiriendo, pero por suerte, me enseñaron a pedir disculpas.
Me veo a menudo con demasiada alegría. Mi madre me la contagió. Es una contrariedad, la gente me mira e imagino que piensan: “¿De qué se ríe?” Sin embargo, es una alegría trabajada, porque aumenta sus tiempos hasta casi consumirme el día y baja su intensidad hasta tornarse serena. Aprendí a cuidarla de los amigos del esfuerzo y a crear para que su gran enemigo, la monotonía, no se la trague. Sé que es duro para los que me rodean: hijos, compañeros, amigos quisieran de vez en cuando a alguien más convencional, más seria, pero pronto se les olvida, porque detrás de esa sonrisa estoy yo.

Mercedes Safont

6 comentarios:

MALU dijo...

Me ha encantado tu historia y la foto en Lanzarote me evoca felicidad
Conste,que mama tambien me contaba a mi que cuando estaba de parto mi madrina no paraba de contar chistes y la comadrona la echó de la habitación,por que cada vez que se reia me metia para adentro...jajaj

Mercedes dijo...

Pues la verdad que con lo que duele no sé como le daban tantas ganas de reir.

Mercedes dijo...

Y tampoco es que te quedes corta con lo de las risas, hermana. Lo dicho para mí que es contagioso

Alicia dijo...

Qué bonito lo que has escrito, a ver si compartes más a menudo!

Interesante lo de parir riendo, yo también me divertí mucho con Peppe, las enfermeras se asomaban a ver qué pasaba y todas salían haciendo comentarios sobre lo bien que nos lo estábamos pasando, bailando al son de Los Panchos y con una comadrona madrileña (os acordáis de Manuela) jaja no me preguntéis por qué me llevé ese disco, espero que no sea relevante para el futúro de mi hijo, jaja

Mercedes dijo...

Ah, pero esto ya es de psiquiatra, Goya sondear este fenómeno de las pariciones risueñas porque es para estudiarlo.
Si hermana, ya lo creo que lo voy a compartir, mi intención es con toda la humanidad. En eso estoy. Gracias por los comentarios, espero seguir mejorando.

Mercedes dijo...

Aaaaahhh es verdad! Natalia que el iPad escribe lo que se le antoja.
Bueno prometo investigar este fenómeno de las pariciones risueñas, a lo mejor es un efecto budista Pa jorobar a los católicos en eso de parirás con dolor.
Ala, vamos a preguntar entre nuestras conocidas, porque tampoco es que en la calle nos van a decir así nomás.

Gracias por los comentarios.